Me aburro

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¿Hay algo más hermoso y gratificante que ver sonreír a un niño?

Creo que debe ser una de las imágenes más placenteras en este mundo.

Como adultos, al ver su alegría no solo disfrutamos por él, si no que disfruta nuestro niño interior que revive las sensaciones placenteras de nuestra infancia.

Sea cual sea la infancia que hayamos tenido, todos ellos tienen la capacidad de encontrar su refugio en el juego, en la imaginación, en la magia, en la esperanza.

Por ese motivo decidí hacer un análisis sobre una situación que enfrentamos padres, tíos, maestros, abuelos, adultos en general, donde deseamos y procuramos que estén bien y felices siempre.

En particular y especialmente a los padres.

En infinidad de ocasiones como:  colegio, club, cumpleaños, etc. En donde nuestros hijos no están a nuestro cuidado, solemos ir a buscarlos con cierta expectativa, a veces muchísima, esperamos en la puerta (como quien no quiere la cosa) haciendo como que no pasa nada… y cuando sale…chan, se viene el “scanner”…. de arriba abajo… todo, todo, todo, lo observamos y…esperamos ver su cara. Si es una sonrisa ahhhhh ya está, volvió el alma al cuerpo.

Si en lugar de una sonrisa hay cara de angustia, enojo o insatisfacción, rápidamente, ¡pero sin decir ni hola se viene la pregunta…! ¿Qué te paso?…  Y más vale que la criaturita cuente rápido lo que está pasando porque corremos el riesgo de caer desmayados por la falta de aire.

Un poco exagerado y en tono de broma. ¿Pero a veces, bastante cerca de la realidad no?

En cambio, cuando los hijos están con nosotros, ya no tenemos esa expectativa, tenemos todo relativamente controlado.

Los chicos juegan, se entretienen, disfrutan de su tiempo en casa…y todo va sobre ruedas.

¡Pero… en algún momento, inevitable (por suerte) llega el gran temido y desagradable ME ABURRO ma!¡ME ABURRO pa!

¡¡¡¡Y ahí como si hubieran gritado fuego!!!! Nos movilizamos, dejamos lo que estamos haciendo, y nuestra mente comienza a pensar algunas opciones para resolver el problema. Y si es posible que sea rápido.

En otras oportunidades no expresan verbalmente su aburrimiento, pero se lo ve taciturno, con carita de insatisfacción, o simplemente serio y ensimismado.

Esto, también, provoca nuestra inmediata reacción… y solemos preguntarle en menos de un minuto: “Qué te pasa, estas triste? ¿Estás enojado?¿Te pasó algo?¿Necesitas algo?”  etc., etc., etc.

Solemos necesitar que estén bien, pero no solo que estén bien, si no que lo expresen, que lo demuestren. Nos tranquiliza verlos jugar con entusiasmo, mirar la tele, dibujar. Etc.

Pero es acá donde me parece importante remarcar algo, la necesidad de verlos siempre bien es nuestra, no de ellos. Los niños son personas, y tienen como todos, diferentes estados de ánimo según las circunstancias, internas o externas.

Es importante que como adultos no los ignoremos, pero si debemos tomarnos el trabajo de distinguir, y saber observar cuando nuestros niños solo están manifestando aburrimiento y no otro sentimiento que requiera nuestra consideración y atención.

El ABURRIMIENTO es MARAVILLOSO. Es la esencia de la creatividad, es lo que nos permite buscar, descubrir, imaginar, explorar, desear. Todo es, en gran parte, gracias a la semillita del aburrimiento.

 Es gracias a ese tiempo sin saber que hacer que nuestro cerebro y alma comienzan a trabajar… es en ese momento donde si prestamos atención, mente y alma nos comienzan a decir y sugerir ideas, deseos, etc.

 En la actualidad poco se escucha el ME ABURRO. 

Puede suceder que un niño no suela aburrirse, en ese caso, probablemente cuente con recursos personales, como creatividad e independencia y puede utilizarlos con frecuencia.

Pero en otros casos resulta que somos los adultos los que no permitimos que esto suceda.

Nos angustia ver a un niño aburrido, y enseguida tomamos cartas en el asunto, les resolvemos el problema, compramos un juguete nuevo, prendemos la tele, les prestamos el celular, etc. algo se nos va a ocurrir. (pero a nosotros y no a ellos)

Es aquí donde sin querer les quitamos la necesidad de salir del aburrimiento por ellos mismos. Por ende, cortamos de raíz su capacidad de crear, resolver, inventar, buscar, etc.

Y si a esto le sumamos que muchas veces lo solucionamos con una pantalla…bueno…

(pero ese es un tema para otro momento).

Es muy positivo que el aburrimiento, en ocasiones, sea parte de su vida,

 y es más positivo aun, si frente a esto, nos relajamos y dejamos que suceda.

 Si nos damos cuenta que el aburrimiento es algo incómodo pero beneficioso para ellos, vamos a poder tolerar con más facilidad esta situación.

Es cuestión de no apresurarse, de no asustarnos. Es bueno que esto les suceda con cierta frecuencia, y si pudimos tolerarlo, esperar y observar, el resultado es muy gratificante.

Es tremendamente satisfactorio ver que luego del “me aburro” nació algo nuevo y único de parte de ellos y con sus propios recursos.

Es la propia disconformidad la que los empujará a buscar una situación más placentera.

Así, si me permiten dar una sugerencia o una propuesta (nada fácil, por cierto)sería que: la próxima vez que veamos a nuestros hijos aburridos, no desesperemos, no resolvamos, escuchemos, comprendamos y dejemos que ellos resuelvan su propia disconformidad.

Lo único que tenemos que hacer frente a esto es …nada… tener paciencia y tolerancia.

 No hacer nada, en este caso, es hacer mucho… por ellos.

   Con amor:                                                                                                              

María Florencia Ormaechea.

Docente de nivel inicial y psicopedagoga.

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